Nunca vi en su rostro un gesto que no fuera de sonrisa por tanto júbilo de estar entre fraternos de siempre en Manzanillo.
Jamás apartó de él la jarana y el buen diálogo, el abrazo afectuoso y el cariño por esta urbe y sus colegas y amistades.
Amado de la Rosa Labrada hizo eso: cultivar rosas de afecto en quienes le conocimos y este joven se precia de haber disfrutado su amistad y consejos; de la especial hermandad que lo unía a otro grande del periodismo aquí: Pedro Enrique Vera Portales.
Los dos sembraron ese tipo de relación que hoy es muy difícil encontrar o experimentar con los lazos de la sinceridad absoluta. Sabía del quebranto, pero albergaba la esperanza de volverlo a ver traspasar, con su sonrisa diáfana y broma en ristre, las puertas de su amada Radio Granma, y esperar el invariable saludo: ¿Qué hay, muchachón?
También las visitas a Pachy Naranjo o Vera Portales en los hogares del músico y el reportero; pero el gris le ganó al verde y a la luz.
El profesor, colega y amigo pasa a la dimensión de los inolvidables. La huella de Amado de la Rosa Labrada queda indeleble en los estudios de la RG del Guacanayabo y Radio Rebelde; en las redacciones del diario Juvetud Rebelde y el semanario económico Opciones.
De la Rosa Labrada ya no está para revivir recuerdos de la época de oro del periodismo en esta urbe del Oriente de Cuba, no volverá a recorrer las calles de su entrañable Perla del Guacanayabo, pero su vida nos deja dos enseñanzas: el periodista tiene que apegarse a la verdad y a la ética revolucionaria y amar la raíz sin importar dónde se encuentre.
¡Gracias Amado de la Rosa! Descansa en paz, profesor, amigo y colega.
✍ Roberto Mesa Matos.
1- Que no debe utilizar un lenguaje ofensivo.
2- Que debe ajustarse al tema del artículo.
RedGolfo se reserva el derecho a no publicar los comentarios que incumplan las políticas anteriores.