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La Glorieta de Manzanillo.

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Cuando te vi, vuestra imagen hizo la mía más perfecta.
En vuestro Patio los leones os miran y guardan el secreto de
vuestra belleza; empero la mía es sublime hasta llegar a las estrellas.

Se rompió el mito de la metáfora o de la copia sobre la mía.
Yo soy Yo, la primera de todas, con tu estilo que se funde con el mío,
Y con la mezcla perfecta del talento del artífice santiaguero,
manzanillero, filipino, y ¿por qué no? ¡ granadino!

La Glorieta del parque “Carlos Manuel de Céspedes” surge en el primer cuarto del siglo XX y a este hecho histórico se le atribuyen tres elementos importantes: la concepción original o trazado del proyecto técnico, la idea de construcción de una glorieta en el centro del parque principal y el proyecto de construcción de la obra.

Estrechamente vinculada a los regios ornamentos de su pulcra estructura, rica policromía y belleza monumental se encuentra la figura excelsa de un arquitecto de cuna santiaguera y de estirpe manzanillera llamado Carlos Segrera Fernández.

En su árbol genealógico(1) descubrimos tres Carlos: su bisabuelo, su abuelo(2) y su padre, los cuales tuvieron una reconocida participación en la naciente villa manzanillera. Nació Carlos un 29 de febrero de 1880 en la ciudad de Santiago de Cuba y breve tiempo después fue traído a Manzanillo para ser bautizado en la Iglesia Católica "Purísima Concepción", con el nombre de Carlos José Román del Carmen Segrera Fernández.(3)

En 1895 el joven de apenas 15 años parte para España(4) con el objetivo de ingresar en la Universidad de Barcelona. Se conoce muy poco de su actividad estudiantil en ese país y prácticamente nada de sus estudios de arquitectura. De regreso a Cuba continúa su carrera universitaria y en 1900 se gradúa como Agrimensor Perito Tasador de Tierras en la Universidad de la Habana, más tarde obtiene su título de Ingeniero Civil y en 1906 el de Arquitecto en la mencionada institución.(5)

Hay algunos hechos interesantes que permiten inferir el vínculo estrecho de Carlos con sus dos familias manzanilleras: Segrera de la Rosa (línea de descendencia paterna directa) y Segrera de la Terga (tíos y primos concebidos a partir del matrimonio de su abuelo Carlos Segrera Barriga con Manuela de la Terga Fortich), en los años de 1906-1922. Uno de estos eventos está relacionado con su apego a Manzanillo por filiación estrecha con su padre y con su madre quienes contrajeron matrimonio en esta zona de la provincia oriental y otro, además, vinculado con sus años mozos que marcaron un hito trascendental en su vida de estudiante y de joven apasionado por las artes, la música y el desarrollo cultural manzanillero de principio del siglo XX, razones que permiten intuir razonablemente los fuertes nexos que existieron entre la familia santiaguera y la manzanillera, así como la posibilidad de que en las tertulias familiares surgiera la idea de adornar el entonces naciente parque con una obra ornamental que trascendiera los tiempos.

Ya en 1918 Manzanillo cuenta con un "[...] proyecto para la construcción de un kiosco de la música de esta ciudad [...]"(6), refrendado por el arquitecto Carlos Segrera Fernández, pero seguramente matizado con las huellas indelebles de su amigo y excelente proyectista granadino José Martín del Castillo, al cual algunos investigadores le atribuyen el mérito fundamental de su concepción.

Segrera Fernández fue considerado tal vez el arquitecto más importante de la provincia oriental. Desarrolló una vasta obra arquitectónica en su ciudad natal y esto le dio fama y prestigio en el resto de las ciudades.(7)

En 1919 se encontraba en Bayamo restaurando la Parroquial de San Salvador y Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, y en 1921 en la rehabilitación del Ayuntamiento de Las Tunas(8), lo cual confirma la presencia de este arquitecto en la zona y también el hecho de que él y Martín del Castillo estuvieran presentando el proyecto de glorieta en el Ayuntamiento Municipal.(9)

Para algunos investigadores José Martín del Castillo fue más que un simple dibujante de planos; fue ante todo un excelente maestro de los trazos perfectos, un artífice de exquisito gusto artístico, cualidades que desarrolló junto a Segrera Fernández en la mayoría de los proyectos, y que probablemente le otorgaron un mérito especial, aquel que quizá haya llevado a algunos estudiosos a suponer que éste realizaba las funciones de un arquitecto consagrado. Tales argumentos fueron más que suficientes para plantear en algún momento que, de haber aparecido la firma de Martín del Castillo en el proyecto de l918, éste hubiera exigido su parte como legítimo colaborador.

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